Perderse
El colibrí se acercaba cada vez más a la playa. Valeria podía ver perfectamente la casita de su niñez desde la popa. Estaba sola como ella misma, era la casa abandonada, la propia Valeria la había dejado sola para aislarse en altamar.
Y había regresado, no por voluntad, sino obligada por la tormenta que se avecinaba. “¿Cómo se me fue a ocurrir pasar tan cerca de Yein? “, se reprochó, pero sólo trataba de engañarse a sí misma, tenia únicamente dos opciones, o quedarse en mar abierto y arriesgarse a morir y a perder su barco, o regresar a su pueblo natal, del que llevaba huyendo diez años .
Lanzó el ancla al mar azul ante la mirada asombrada de algunos niños que jugaban en la orilla. Se alejó de ellos tan pronto pudo, caminando descalza por la arena. Dejando volar la nostalgia, no quería llorar otra vez, lo único que quería era subir de nuevo a su barco, y seguir perdida en el mar.
-¡Bendito sea Neptuno que te trajo de nuevo a mis ojos!- eran las palabras de una mujer de edad media que corría hacia ella con los brazos extendidos amenazando con abrazarla. “Dios, no ha cambiado nada”, se lamentó Valeria, mientras muy a su pesar hacia un esfuerzo por sonreírle. Era la voz de tantas cartas dolorosamente emotivas, por alguna razón su madrina de bautizo siempre lograba encontrarla, la culpa había sido toda suya, le había mandado una carta diciéndole que no necesitaba responderle porque no tenía una dirección fija, que no se preocupara, que estaría bien; pero su madrina había escrito, por supuesto, y sus cartas la alcanzaban en cada puerto en que paraba por provisiones, en cada muelle había un mensajero buscando a Valeria Maldonado, para entregarle una carta. - ¿No te llegaron mis cartas?
-No, pero yo te lo advertí, no tengo una dirección fija- mintió porque sentía vergüenza por no haberle contestado, y a esas alturas de su vida le importaba muy poco ser una mentirosa.
- Que pena, hijita, pero lo importante es que estas aquí sana y salva, ¿te vas a quedar?
-Mientras pasa la tormenta – la desilusión surco el rostro de su madrina, quien hace diez años le había rogado para que se quedara, pero para Valeria no fue suficiente, nada la animaba después de la muerte de su familia. “¿Acaso yo no soy de tu familia?”, había proclamado con lágrimas en los ojos; Valeria le respondió: “es diferente”, y se marchó a bordo del colibrí.
- Tu casita esta sola, pero limpia, yo misma me encargue de eso; ve y descansa Vale, ¡mañana te hare una fiesta de bienvenida! – la euforia era tan evidente que Valeria entendió que era inútil protestar.
Cuando entró a la casa, una ola de buenos recuerdos invadió su pecho, se encaminó desconsolada a la cocina, mortalmente ordenada, limpia y vacía. Subió enseguida las escaleras hasta su recamara, todo seguía en el mismo lugar en donde lo había dejado, su reloj, sus libros, pero era extraño. Distaba mucho de lo acogedor que había sido.
A pesar de todo, optó por tirarse de espaldas en la cama, el frió de la muda habitación la hizo estornudar. Cerró los ojos pero sólo por un instante, luego escuchó pasos.
-¿Quién anda ahí? – sobresaltada se acercó a la puerta abierta, era la voz de un hombre…
- ¡¿Quién eres?! – gritó apuntando a la puerta con la almohada. Tantos años de soledad le habían otorgado valentía.
-Mikel – una figura apareció eclipsando definitivamente la poquita luz del atardecer. - ¿Quién eres tu?
-Valeria Maldonado –le respondió porque a pesar de sus anchos hombros y su considerable altura, no parecía amenazador, no para ella.
-¿la dueña de esta casita? – estaba visiblemente contrariado y los mechones rubios que caían en su frente lo hacían más atractivo, Valeria era muy consiente de eso.
-Por supuesto
- ¡Pensé que no vendrías nunca! – Ella hizo una mueca y estuvo a punto de protestar -¿me dejas quedarme otra noche?
-¿Qué dices? – Sus palabras tenían cierto tono de histeria - ¿te has estado quedando en mi casa? ¡Eres un descarado!
-No, bueno sí, pero es que no tengo donde vivir, aun no
-¿Mi madrina no sabe, verdad?
-Nadie sabe, y tampoco me he molestado en inventarles algo sobre donde me quedo, no les importa
-Estas tratando de causarme lastima, no funcionara
-Sólo una noche más, por favor – él puso cara de cachorro triste, ella sonrió irónica.
-es increíble – Murmuró apenas – Quédate… pero solo hoy… y en la sala.
-¡Gracias! Te prometo que me voy mañana temprano – le mostró una sonrisa deslumbrante que hacia juego con sus grandes ojos azules, luego salió de la habitación, cerrando la puerta tras él.
Valeria tuvo problemas para dormir por primera vez en su vida, sino era la nostalgia era Mikel, sino era el descarado era la culpa por no responder las cartas de su madrina, aunque el paisaje era muy diferente a las noches que amaba, llenas de estrellas, esa noche tenia que ver el cielo blanco de su recamara, el mismo que había visto con lagrimas en los ojos la ultima noche que estuvo en Yein después de la muerte de su familia.
Odiaba el silencio, la casa estaba en completo silencio cuando por fin pudo dormirse y no pudo evitar preguntarse que estaba soñando el hombre en la sala.
Tenía miedo, era lo único que podía recordar, miedo de que al bajar él ya no estuviera, de que sus mechones rubios y rebeldes desaparecieran de la casa vacía. Se alegraba porque el descarado estaba en su casa, entonces no era la casa abandonada de la costa. Se decidió y corrió bajando en segundos la escalera hasta la sala, él no estaba, notó que una lagrima descendía por su mejilla, la atrapó en las manos y cerró los puños furiosa, ¿Cómo era posible que ese desconocido la hiciera llorar?, ¿Quién era ese hombre?, “Otra vez tratando de engañarte a ti misma”, se reprochó porque sabia bien quien era.
-¡Mikel! – gritó apenas despertando, todo había sido un sueño, aun estaba en la cama; de pronto se sintió ridícula porque si estaba soñando cuando bajo a la sala, entonces cabía la posibilidad de que él no se hubiera ido “temprano”. Se sentía ridícula por guardar la esperanza.
Y él apareció otra vez en la puerta, pero ahora no opacaba la luz, sólo el animo de Valeria, que empezaba a sentirse vulnerable en presencia de aquel desconocido.
-¿Me llamabas? – sonrió descarada y deslumbrantemente como era su costumbre
-No… ¡no! – titubeó ella y se le notaba la mentira
-No estoy sordo, ¿Por qué quieres engañarme? – había fruncido el seño de una forma encantadora – pero te perdono, hasta te traje el desayuno
-¿a mi? – sorprendida lo vio sacar de la espalda un paquete de lonches y un jugo embotellado.
- ¡claro! Eres mi benefactora ¿o no?
-¡ya! Lo que quieres es que te deje seguir durmiendo en mi casa. Mejor hubieras guardado el dinero que usaste en comprar ese adulador desayuno para rentar un cuarto.
- El “hubiera” no existe Valery, y yo no soy un buen cocinero, por eso lo compre; jamás pensé en adularte – otra vez estaba visiblemente contrariado, ¿apenado? – bueno sí, quería matar dos gaviotas de un mismo tiro.
- De verdad lo siento pero a mi me gustan mucho las gaviotas, y… ¿Quién te has creído para llamarme “Valery”? ¡Vete ahora mismo de mi casa!
-¡pero tu me has llamado Mikel!
-¡Largo! ¡Vete! – Lo vio salir con la cabeza gacha y antes de perderse por las escaleras se volteó para dedicarle una mirada suplicante - ¡Largo!
Desde la ventana vio como se alejaba por la playa, iba descalzo, Valeria se preguntó si le gustaría tanto la arena como a ella. Mikel se había llevado el desayuno, así que tendría que bajar a la tienda de la costa para comer algo, se duchó y se cambió de ropa, lo único que había encontrado de su actual talla, era un overol despintado y una camiseta sin mangas de su padre. Como quería irse a primera hora no se molestó en bajar algo del Colibri, y resignada salió de la casa, ya no volvería por la tarde por lo que puso el cerrojo, y pensó que de nada valdría porque Mikel entraba de alguna forma por las noches.
-¿Desayunas conmigo? – su madrina le salió al encuentro cuando ya se dirigía al barco.
-Lo siento, ya desayune en la fonda de Don Arturo
-pero si ya te organice una fiesta, Vale, todos los invitados ya están reunidos en mi casa.
-No creo…
-Por favor
-Bueno… - era la forma más viable para despojarse de la culpa por las cartas que no había escrito, por eso aceptó.
La casa de su madrina era aun más acogedora de lo que recordaba, cuando vio a toda la gente reunida estaba temerosa porque eran muchos y podrían convencerla, no quería quedarse.
Todos la abrazaban y reían entusiasmados de su regreso, se sintió aliviada cuando nadie hizo alusión al futuro, nadie le pidió que se quedara.
-¡Valery! – Esa voz ya no era tan desconocida, de hecho había pensado en él durante toda la mañana, en sus mechones, en su sonrisa…
-¡Tú! ¡Deja de llamarme así! – aunque lo intentó, no sonaba nada furiosa…
-Melosa
-¿Qué?
-¿Prefieres que te llame así? Son mis dos opciones
-¡Eres un…!
-y tú eres toda una leyenda – la interrumpió sonriendo
- ¿en serio?
-La chica mar, la “pirata”, la encarnación de la libertad, la dueña de los mares y por supuesto, la dueña de la casita que tome prestada
-Todo eso soy, y tú eres un asco
-¿yo?, tú no tienes un hogar y eso es más terrible que no tener casa, yo puedo dormir en la calle y ser feliz, yo puedo…
-Cállate, por favor – se le escapó otra lagrima y un sollozo, se maldijo a si misma, estaba empeorando.
Los otros invitados los miraban con los ojos muy abiertos.
-¿sales conmigo a la playa? Te guarde el desayuno
-¡No! Ya me voy madrina – salió veloz azotando la puerta; pateaba la arena con sus pies descalzos cuando Mikel la interceptó y la tiró, cayendo sobre ella, limpio su rostro bañado en lagrimas apartando los hilos castaños que la hacían ver tan hermosa, a él le encantaban sus ojos cafés, sus rizos, su sonrisa, sus gritos…
-No llores
-Tu me hiciste llorar – le dijo apartándolo de un empujón
-¿Por qué te vas?
-No te importa
-Sé lo que dicen, y me importa, dicen que te fuiste porque…
-por mi familia, perdí a mi familia en el mar, en ese barco estoy más cerca de…
-¡Dios, dejaste que un hombre te matara en vida!
-ese hombre era mi padre, mi familia, la única que conocí; mi madre me abandono al nacer
-¡pobrecita! – a él si le salía la ironía
-¿Cómo puedes ser tan cruel Mikel?
-¿Cómo puedes ser tan tonta Valery?
- No me conoces, no puedes juzgarme así, si lo que quieres es mi casa, quédatela. Hasta nunca.
-Déjame conocerte porque… de alguna forma siento que ya te conozco.
-No
-¿y si te pido que te quedes? Por tu madrina, por mí. Es lo que querría tu padre.
-No digas eso, tú no conociste a mi padre.
-Entonces me voy contigo
-¿estas loco?
-Loco por ti
-No juegues
-si es lo que hace falta para estar contigo sí.
- Escúchame bien, descarado… no se bien que pretendes pero… - no terminó de hablar porque a lo lejos se despedía su barco, el Colibrí, iba ya a unos 500 metros de la costa. Sin ancla, sin capitana, solo como la casita, como el corazón de Valeria.
-Yo siempre tengo un plan B
-¡Te voy a matar! –se lanzó sobre Mikel con ganas de ahorcarlo pero él la apresó en un abrazo y pegó sus labios a los de ella; cuando la soltó ella estaba sin aliento, y al levantar la mirada se encontró con una deslumbrante sonrisa y unos ojos tan grandes y azules como el mar, en los que quizá, también, podía perderse.
FIN
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