Andando bajo la lluvia. Capítulo I - Parte 1ª

Lo prometido es deuda. Gracias de nuevo a Lau por inspirarme con Joe Hisaishi.
Escribo esto mientras oigo sus canciones.

___________

Capítulo I

Parte primera

Melanie

Mel anda, anda bajo la lluvia con lentitud, sintiendo solamente algo en la lejanía... soledad.
Una melodía surge del infinito. Una melodía que la transporta a cualquier lugar... excepto aquel del que ha venido.
Acaba de volver de... de algún sitio no cerca de allí. La música le ha hecho olvidarlo por completo.
Aquella canción es preciosa. Le recuerda cada preciso momento de su vida, la cual pasa por su mente como si de un filme se tratara. Siente que su alma se eleva al son del violín. Siente que vuela. Su cuerpo gira. Da vueltas sobre sí misma sin siquiera saber qué es lo que la impulsa a hacerlo.
Está empapada, calada hasta los huesos, pero no lo nota. Simplemente está siguiendo a alguna cosa que es capaz de controlarla. Las húmedas gotas mojan su cara y las notas alimentan su corazón, ansioso de algo que ni ella sabe lo que es.
La melodía, de nuevo la melodía.
De golpe, por la esquina asoma la cara de Diego. Diego, y no ha recordado aquel nombre ni una vez mientras bailaba bajo la llucia. Y como dispersos, sus cinco mejores amigos van apareciendo y sumándose a su pequeña y suave danza. Porque es una danza de alegría y tristeza a la vez. Llora y ríe, pero no se da cuenta.
Poco a poco, todos se cogen de la mano y caminan hacia ningún lugar. La música les ha absorbido a ellos también.
Ahora Mel recuerda de donde viene. El tacto de las mojadas y suaves manos de Diego y Sara le han hecho acordarse casi con detalle: del cementerio. ¿Cómo no ha podido recordarlo? Le dan ganas de tirarse al suelo y llorar, aunque las lágrimas se confundirían con gotas en su cara y nadie se daría cuenta. El compás de sus pensamientos lleva al violín que toca. Se entristece de nuevo por la pureza de la canción. Pero para, se oyen las lágrimas caer contra el suelo con un ruido sordo camuflado entre la tormenta. Y una luz que sale de entre las nubes. Una lucecita que significa la esperanza que ella ha perdido. El rayo de sol se va haciendo más y más grande cada vez, y la triste melodía pasa a convertirse en una que huele a verano. A verano y a amigos. A adioses y a chapuzones en el agua, mucho más salada que la que cae de las nubes. Sabe al agua del mar. Es como enterrar los pies en la suave arena de la playa y cantar, cantar con alegría. Una alegría tan grande que los gorgoritos salen solos de tu garganta, sin que los llames.

El amigo verdadero 

ha de ser como la sangre,

que siempre acude a la herida

sin esperar que la llamen.

Cuando la canción termina, se oye como la ventana se cierra se cierra sin suavidad alguna. Melanie ya no llora, el Sol ha secado las lágrimas. Con un ademán, Sara le indica que ha de seguirla, al igual que hacen los demás. Nadie es capaz de decir una palabra, ni siquiera sobre la incomodidad de aquellos trajes y vestidos de luto tan ornamentados que les producen escozor en la piel y en el alma.
Para olvidarlo todo, se dirigen a una pequeña casa situada muy cerca de donde se encuentran.
Cuando llegan, se deshacen de todo aquel peso moral y del vestuario, decidiendo que van a resetear su memoria esa noche. Disfrutarán como nunca lo han hecho, todo por Melanie. Por lo que juntan todas las mantas que les es posible encontrar y buscan toda la comida basura de la casa para dirigirse todos juntos al salón. Allí se plantan ante la caja mágica a la que llaman televisión y entregan todas sus energías a ver una película que, en realidad, a ninguno le interesa y a quedarse plácidamente dormidos, los unos sobre los otros sin dilación alguna. Los créditos y la canción acompañante inundan la casa donde ya pueden escucharse los ronquidos y las profundas respiraciones que muestran todas las emociones de ese día. Emociones que a la mañana siguiente se volverán a refugiar en la caja fuerte del corazón para ser desenterradas a saber cuándo. Ya nadie recuerda nada. Ya nadie es capaz de pronunciar una frase con sentido, ni siquiera en sueños. Unas manos apresan a otras para que el miedo y el frío se disipen mientras que piernas y cuellos impiden el sueño de otros. Ahora el silencio es completo y absoluto, ningún gemido de dolor, solo el repiqueteo de la lluvia en las ventanas. Llueve, llueve como llovía la tarde de abril más terrible. Más terrible que la película gore de Sam Raimi que todavía permanece insertada en el reproductor de DVD.
Pero, de todas maneras, a Mel se le ha olvidado la canción, se le ha olvidado la lápida, se le ha olvidado hasta el pitido del coche de aquella tarde de abril. Ha olvidado la melodía de la calle, el violín y hasta qué es una clave de Sol. Ya no recuerda que su mano permanece rodeada por la de Diego.

Casi hasta se le ha olvidado su nombre.


 ****

Un poquito drástico y corto... Espero que salga mejor la próxima vez.
¡Ojalá os haya gustado mucho!
¡Mi primer relato con música! ¡Que ilu!

¡Au revoir!

 Cali

 CAPÍTULO MODIFICADO