Vivimos en un lugar infectado por una enfermedad.

Vivimos en un lugar llamado mundo, como dice la canción. Es un lugar precioso, con vida. Con plantas, montañas, ríos, mares, océanos, valles, pájaros, mamíferos, reptiles, insectos, árboles, flores, arbustos... Con demasiadas cosas bonitas.
Pero siempre hay un antagonista en los cuentos.
Los humanos somos unos animales capaces de comunicarnos de forma avanzada, somos capaces de caminar con dos piernas, coger cosas, escribir, leer, imaginar, amar, llorar, reír, cocinar, aprender, recordar, saltar, correr, gritar, desear, construír, arreglar, dibujar, informar, creer, dudar, investigar, observar,...
Con todas esas cosas, puede parecer que somos el ser más superior y perfecto del planeta.
Pero nos equivocamos.
Involucionamos. Damos medio paso adelante, y diez atrás.
Mentimos, asesinamos, arrasamos, odiamos, secuestramos, peleamos, insultamos, creamos batallas innecesarias, blandimos armas, robamos, arruinamos todo lo que se atreve a rodearnos, impedimos el avance, engañamos...

Sigo sin entenderlo. Sin entender por qué nos quedamos quietos como si de un fantasma se tratara al observar cómo nos quitan los derechos, nos pisotean, nos roban, nos pegan y nos hacen morder el polvo una y otra vez.

Vivo en un país con 45.500.000 personas. Imaginad que de esos 45.500.000 (poniendo una cifra que puede ser muy inexacta), 60000 son policías.

Pues bien, supongo que todos sabemos que la manifestación es un derecho que todos tenemos, porque si en una democracia no tenemos derecho a quejarnos de lo que no nos gusta, la democracia no es tal, sino una dictadura camuflada, y no tan camuflada.
¿Por qué creo yo que nos manifestamos y debemos hacerlo TODOS?
Pues porque, ¿qué pueden hacer 60000 personas contra 45 millones? ¿Qué pueden hacer aunque fueran un millar de políticos con poder y policía contra el pueblo?
¿A quién gobiernas si metes a esos 45 millones en la cárcel o los matas? ¿Quién te votará si la única campaña que haces es meter hostias a diestro y siniestro? Ni Dios te va a votar por mucho que seas de derechas. Ni Dios te va a votar por muy de izquierdas que seas.

Ya estoy muy harta y me toca mucho las narices que estemos permitiendo estas cosas. Que estemos permitiendo que nos roben el futuro de un golpe de trompeta, como si esto fuese el ajedrez; nosotros, los peones que se sacrifican por ellos, por el rey y la reina. Incluso a veces por el alfil y el caballo.

Cansada estoy de que nos pongan más difícil estudiar a los que no somos hijos de ricos, que pretendan quitarnos ramas del Bachillerato por el simple capricho de hacernos creer que el arte no sirve de nada. Cansada de que pretendan que una mujer no pueda decidir por sí misma si tener un hijo o no. ¿Qué pasa si te han violado? ¿Qué pasa si has tenido un accidente? ¿Qué pasa si tienes trece años y el hecho de tener un hijo puede suponerte una agonía?¿Qué pasa si simplemente no te da la gana de tenerlo?

No quisiera faltar al respeto, pero, la Iglesia protesta por el aborto. Lo que hicieron ellos durante siglos, asesinar gente por el simple hecho de no compartir creencias, o abusar sexualmente de niños es lo más permisible del mundo, ¿es eso? ¿O es que tenemos todos el cerebro en los pies?

Solo quiero decir que soy una simple adolescente con ganas de darle una patada en el culo a la sociedad, a ver si se da la vuelta y se pone de derecho, porque no pienso continuar así, ni permitir que gente como mi hermano pequeño, o los hijos que pueda tener en el futuro tengan que pasar por esto. Tengan que pasar por el "¿Y si no puedo estudiar la carrera que me gusta?", "Mejor no le digo a mamá que necesito esto que no podrá permitírselo..." y otras muchas y peores situaciones por las que mucha gente ahora mismo.

Mientras todo esto sucede, unos cuantos embusteros viven en casas enormes y lujosas, llevan a sus hijos a los mejores colegios, se permiten los mejores caprichos y viven cual César. ¿Y eso cómo es? Si en principio estamos en crisis y no hay dinero para nadie, ¿no es así? Pues no. Todo eso que nos falta, todo eso que necesitamos, ¿dónde está? En los bolsillos de unos cuantos ladrones. Pero no esos ladrones con harapos que roban en los tenderetes. No esos ladrones que roban una barra de pan, una bolsa de fruta, o una botella de agua. Son ladrones con traje de etiqueta y guantes blancos, brillantes, limpios. Ladrones que no se manchan las manos de polvo para robar. Se manchan de la única suciedad que tienen el dinero. Una suciedad tóxica que te provoca una enfermedad terrible, que se te mete por debajo de la piel, corre por las venas, te hace de papel moneda el corazón, y te anula el cerebro. Esa enfermedad tiene un nombre.

Se llama poder.