Bueeeno, tras tresmil días con algo que parecían excusas, ¡llega algo de lo pendiente! ¡La tierra prometida! XD
Ahí os lo dejo, disfrutad.
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Ahí os lo dejo, disfrutad.
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Capítulo III
Parte segunda
Parte segunda
Ansias
Sin pensarlo dos veces, Seth se tiró al agua, con ropa y todo lo demás que llevaba encima. En cuanto su piel tocó la superficie alborotada del agua, sintió como el frío le calaba hasta los huesos, y su mente se congelaba al ver a Kyhei agitándose, nerviosa contra lo que le aprisionaba las piernas.
Nadó veloz hacia ella, pero algo le rozó el tobillo, comenzó enroscarse en su pierna y a apretar con fuerza.
Luchó pataleó, pero aquella cosa tiraba de él y de Ky, cuyo pie estaba ya comenzando a desaparecer entre la flora marina.
Seth juntó sus manos y trató de formar el círculo, pero la luz azul se volvía ténue y desaparecía. El chico hubiese maldecido por todo lo alto de no ser porque se encontraba bajo el agua. Sus pulmones comenzaban a quejarse de la falta de aire. Kyhei no aguantaba más y soltó un grito sordo, haciendo que el poco oxígeno que poseía se marchase en forma de burbujas.
El chico le imitó, gritó todo o que sus fuerzas le permitían, concentrado en salvar su vida y la de la Awens.
Pero su grito fue distinto. Resonó, se escuchó, potente. No semejaba un chilludo, sino el constante zumbido de algún aparato microondas. Una columna de esferas de aire salía de su boca, inundando cada recoveco del oscuro lago.
Entre la agonía, un chirrido estridente y doloroso que provenía de los seres violáceos que los atrapaban, se unió al grito de Seth. Éste se hizo aún más prominente.
Y cuando, al fin, la especie de alga que aprisionaba la pierna del chico se rindió (hundiéndose en la arena), el sonido cesó y él buceó lo más rápido posible hacia Ky.
Los dos se encontraban sin reservas de aire, y Seth se desvanecía, siguiendo los pasos de la joven.
Con un último esfuerzo, él agarró el cuerpo semi enterrado de Kyhei y tiró de él hacia la superficie, dejándose llevar también hacia la luz.
_____
Entreabrió los ojos. Quería dormir. Necesitaba dormir, y entonces comenzó a toser y a toser, escupiendo algo de sangre y arena mezcladas con agua. Después respiró muy hondo, tosió una última vez y giró la cabeza hacia el otro lado.
Frente a él, una mata de oscuros cabellos reposaba pegada al suelo. ¿Que era? O mejor dicho, ¿quién era?
-¡Kyhei!.-gritó al caer en la cuenta de que era la Awens.
Se colocó de rodillas y dió la vuelta al cuerpo de la chica.
Le apartó el pelo de la cara. Le tomó el pulso en el cuello y en la muñeca.
Viva estaba. Suspiró, más relajado y comenzó a rogarle que le contestara.
-¡Despierta, Ky! ¡Levántate! ¡Por favor!.-suplicaba.
Cuando a punto estaba de posar sus labios sobre los de ella para intentar darle algo de aire y vida, una voz ahogada le dejó paralizado.
-Si estabas pensando en hacer lo que estoy pensando, ya te puedes ir olvidando.-replicó la joven.
Luego se puso a toser, como antes Seth. Se colocó también de rodillas, con las manos apoyadas en el suelo y estornudó fuertemente. Inspiraba aire por la boca también y lo soltaba.
-Creo que por hoy hemos terminado.-sentenció.
Seth no dijo nada y la siguió hasta la tienda. Comenzaba ya a oscurecer. ¡A saber cuantas horas habían estado inconscientes!
Encendieron un fuego y prepararon una infusión que los dos se tomaron. El chico conocía los síntomas y parecían tener una ligera pulmonía.
Al meterse en la tienda, cada uno se metió en su saco hecho a mano y se posicionó lo más lejos posible del otro.
Aunque el joven pensaba una idea para mantenerse en calor, Kyhei parecía anticiparse a todo.
-Ni se te ocurra moverte de donde estás, ¿entendido?.-ordenó con la voz apagada y entre estornudos.
Pero Seth no iba a darse por vencido. Si no lo hacía, tal vez a la mañana siguiente yacerían congelados ambos.
Así que en cuanto oyó que la Awens estaba dormida, salio de su saco y a gatas fue hasta el de Ky, que continuaba sin enterarse de nada.
Con precaución y cuidado metió en el saco una pierna, luego otra y casi sin tocar a la chica, ya estaba dentro.
Lentamente se pegó a ella, espalda con espalda. Notó que estaba helada.
Se giró y tuvo la tentación de rodearla con sus brazos, pero entonces sería ya hombre muerto.
Presionó su pecho contra la espalda de Kyhei y rodeó los pies de la joven con los suyos.
Y así, se durmió, consciente que al día siguiente estarían menos enfermos, y él prácticamente asesinado.
Aunque lo que Seth no sabía, es que en la tienda, alguien esbozaba un amago de sonrisa al sentir el tacto de su piel.
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Luchó pataleó, pero aquella cosa tiraba de él y de Ky, cuyo pie estaba ya comenzando a desaparecer entre la flora marina.
Seth juntó sus manos y trató de formar el círculo, pero la luz azul se volvía ténue y desaparecía. El chico hubiese maldecido por todo lo alto de no ser porque se encontraba bajo el agua. Sus pulmones comenzaban a quejarse de la falta de aire. Kyhei no aguantaba más y soltó un grito sordo, haciendo que el poco oxígeno que poseía se marchase en forma de burbujas.
El chico le imitó, gritó todo o que sus fuerzas le permitían, concentrado en salvar su vida y la de la Awens.
Pero su grito fue distinto. Resonó, se escuchó, potente. No semejaba un chilludo, sino el constante zumbido de algún aparato microondas. Una columna de esferas de aire salía de su boca, inundando cada recoveco del oscuro lago.
Entre la agonía, un chirrido estridente y doloroso que provenía de los seres violáceos que los atrapaban, se unió al grito de Seth. Éste se hizo aún más prominente.
Y cuando, al fin, la especie de alga que aprisionaba la pierna del chico se rindió (hundiéndose en la arena), el sonido cesó y él buceó lo más rápido posible hacia Ky.
Los dos se encontraban sin reservas de aire, y Seth se desvanecía, siguiendo los pasos de la joven.
Con un último esfuerzo, él agarró el cuerpo semi enterrado de Kyhei y tiró de él hacia la superficie, dejándose llevar también hacia la luz.
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Entreabrió los ojos. Quería dormir. Necesitaba dormir, y entonces comenzó a toser y a toser, escupiendo algo de sangre y arena mezcladas con agua. Después respiró muy hondo, tosió una última vez y giró la cabeza hacia el otro lado.
Frente a él, una mata de oscuros cabellos reposaba pegada al suelo. ¿Que era? O mejor dicho, ¿quién era?
-¡Kyhei!.-gritó al caer en la cuenta de que era la Awens.
Se colocó de rodillas y dió la vuelta al cuerpo de la chica.
Le apartó el pelo de la cara. Le tomó el pulso en el cuello y en la muñeca.
Viva estaba. Suspiró, más relajado y comenzó a rogarle que le contestara.
-¡Despierta, Ky! ¡Levántate! ¡Por favor!.-suplicaba.
Cuando a punto estaba de posar sus labios sobre los de ella para intentar darle algo de aire y vida, una voz ahogada le dejó paralizado.
-Si estabas pensando en hacer lo que estoy pensando, ya te puedes ir olvidando.-replicó la joven.
Luego se puso a toser, como antes Seth. Se colocó también de rodillas, con las manos apoyadas en el suelo y estornudó fuertemente. Inspiraba aire por la boca también y lo soltaba.
-Creo que por hoy hemos terminado.-sentenció.
Seth no dijo nada y la siguió hasta la tienda. Comenzaba ya a oscurecer. ¡A saber cuantas horas habían estado inconscientes!
Encendieron un fuego y prepararon una infusión que los dos se tomaron. El chico conocía los síntomas y parecían tener una ligera pulmonía.
Al meterse en la tienda, cada uno se metió en su saco hecho a mano y se posicionó lo más lejos posible del otro.
Aunque el joven pensaba una idea para mantenerse en calor, Kyhei parecía anticiparse a todo.
-Ni se te ocurra moverte de donde estás, ¿entendido?.-ordenó con la voz apagada y entre estornudos.
Pero Seth no iba a darse por vencido. Si no lo hacía, tal vez a la mañana siguiente yacerían congelados ambos.
Así que en cuanto oyó que la Awens estaba dormida, salio de su saco y a gatas fue hasta el de Ky, que continuaba sin enterarse de nada.
Con precaución y cuidado metió en el saco una pierna, luego otra y casi sin tocar a la chica, ya estaba dentro.
Lentamente se pegó a ella, espalda con espalda. Notó que estaba helada.
Se giró y tuvo la tentación de rodearla con sus brazos, pero entonces sería ya hombre muerto.
Presionó su pecho contra la espalda de Kyhei y rodeó los pies de la joven con los suyos.
Y así, se durmió, consciente que al día siguiente estarían menos enfermos, y él prácticamente asesinado.
Aunque lo que Seth no sabía, es que en la tienda, alguien esbozaba un amago de sonrisa al sentir el tacto de su piel.
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FIN!
Espero que no se haya hecho muy largo y que os haya gustado.
¡Au revoir!
¡¡Sigue con la historia, por favor!! Me encanta :D
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